martes, 28 de julio de 2009

Huellas digitales

Hace unos días, tuvimos en nuestro país las elecciones primarias. Definen el candidato de los partidos para las nacionales de octubre y el eventual ballotage. Ya terminando el día y mientras miraba por el televisor los resultados, bastante previsibles hoy por hoy gracias a las encuestas, me entretuve con las credenciales cívicas de mi mujer y mía. De la mía no voy a decir nada, salvo que está muy vieja y que ya no queda casi lugar para sellarla al dorso. También puedo decir que en el mismo circuito nos encontramos siempre los mismos y que cada vez somos menos y más viejos.
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De la que hablaré es de la de mi mujer. Concretamente de la huella de su pulgar derecho. No es que me esté volviendo un Sherlock Holmes. Ni tomando mis precauciones por las dudas de que le vengan intentos homicidas hacia su dulce esposo. Que estoy seguro que cada tanto le vienen. Al igual que a sus amigas con sus respectivos, ¡las conozco!
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Pero mirándola con atención, me sorprendió ver lo entrecruzadas de las líneas. Le pregunté y me dijo que recordaba perfectamente el día que fue a la oficina electoral a sacar el dichoso documento. Y que le tomaron la huella una y otra vez porque no les gustaba el “diseño”. Y al final se tuvieron que conformar con lo que había.
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Me dijo que es porque en aquella época tenía alergia. No lo dudo. Pero de lo que sí estoy seguro, es que en aquellos años, había muchas colas de niños que lavar, canastos que se vaciaban y se volvían a llenar en un abrir y cerrar de ojos, de pañales, chiripás y peleles –los descartables ya existían pero fuera de las posibilidades de un bolsillo de médico joven-, papas que pelar y guantes de goma que no siempre estaban donde tenían que estar.

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Épocas en que las frecuentes dermatitis del pañal se trataban con violeta de genciana. Y así quedaba la mamá del mismo color de la cola del niño. En que nuestra querida pediatra Dolores recomendaba peleles y ropitas de algodón siempre bien blancas, lavadas a mano y con jabón neutro. Sin sospechar que siempre había algún diablillo recién cambiado que apenas puestos sus pies en el piso, volvía a meterse en la bañera vestido mientras la mamá desvestía al siguiente.

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Así que esta huella delatora no lo es de crímenes, aunque todo puede ser. Lo es de madre ejemplar, entregada, fuerte, batalladora. Es para que cuando pasen algunos años más, sus 10 hijos la tengan en un marco y la besen una y otra vez. Digo dentro de unos años porque si no se pondrá muy vanidosa y no nos dará tregua. Y está bien que adulemos un poco, se lo tiene ganado, pero ¡tampoco somos kamikazes!

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