martes, 26 de mayo de 2009

Una célula especial.

En numerosos documentos y escritos sobre la familia, se hace referencia a la misma como célula básica del tejido social o célula fundamental de la sociedad.
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Técnicamente hablando, un tejido vivo es un conjunto de células, todas dirigidas al cumplimiento del cometido último del tejido en cuestión, si músculo la contracción, si epidermis la protección, etc. La analogía pretende de buena manera dejar en claro, que de la misma forma que un tejido es lo que resulta de la sumatoria del accionar de sus células, la sociedad es lo que resulta del actuar de cada una de sus familias integrantes. Es más, se pueden seguir encontrando similitudes, por ejemplo células muertas en un tejido –ya pensemos en una necrosis miocárdica o en una cicatriz a causa de un accidente en la mejilla de una joven- provocan una alteración de la función del órgano. De manera análoga, familias disfuncionales –enfermas- también provocan alteraciones en el funcionamiento de la sociedad en su conjunto.
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Sin embargo, hay algo en esta comparación que no satisface completamente en una mirada más profunda. Quizás sea una consecuencia de una mirada médica. Clínica y para peor quirúrgica, ya que no la de un citólogo y menos la de un nano-bio-tecnólogo. Es que para un cirujano, lo que importa es el bulto y la terapéutica… ¡para grandes cirujanos grandes incisiones! Y las células son un vago recuerdo de las clases de histología.
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Bromas aparte, la familia es el lugar propio de las personas. Es más, es el único lugar en que las personas son aceptadas como tales y sin condiciones. ¡Sin adjetivos! La familia es el lugar acorde a la dignidad de la persona humana. El amor conyugal, el medio querido por Dios en su designio sapientísimo, para llenar la creación de las únicas criaturas hechas a Su Imagen y semejanza. Es, por si alguna duda quedara, el ámbito elegido por Dios para hacerse Hombre. La Sagrada Familia de Nazaret, es modelo, es paradigma, es objetivo final para todas las familias de los hombres de todos los tiempos.
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Si vemos entonces a la familia como el entorno acorde a la dignidad de la persona, para su comienzo, su desarrollo y su muerte, entenderemos que lo que es bueno para la persona, es bueno para la familia y a la recíproca. Para el cirujano, unas células más o unas células menos, es lo mismo. Para las familias y para las personas que las forman, cada persona es un valor por sí misma. No hay personas prescindibles, ni de segunda selección. Por cada persona murió Cristo en la Cruz. Cada persona vale la San
gre del Dios hecho hombre que se entregó en la Cruz para la redención de la humanidad.
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Por ello, hablar de la familia como célula básica de la sociedad, queda corto. Cada persona humana, a la luz de la Redención, adquiere valor de eternidad. Así como el catecismo nos enseña que en cada comunión no recibimos un “trozo de Cristo” sino a Cristo mismo, de forma análoga la Sangre derramada en la Cruz lo es por todos y cada uno de los hombres. Cada p
ersona vale toda la Sangre de Cristo.
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Las consecuencias sobre la familia se derivan de lo anterior. Si Dios se quiso encarnar en una Familia, si quiso sujetarse a relaciones de paternidad y de filiación, si el designio salvador pasó por una Familia, no fue una casualidad. Ciertamente, en la Familia del Carpintero de Nazaret, lo divino y lo humano se dan la mano de una manera inefable e irrepetible. Pero allí quedó para siempre -y siempre cuando anda Dios de por medio quiere decir siempre- el modelo de familia que con expresión feliz, fue llamada en el Jubileo de las Familias “Santuario de la vida, esperanza de la humanidad”.

1 comentario:

  1. totalmente de acuerdo...
    y me gustaron las fotos de Rockwell de la familia yendo a la playa, me traen grandes recuerdos...

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