jueves, 7 de mayo de 2009

Límites II

La imagen del semáforo extravagante, me sirve de pie para seguir reflexionando sobre la educación de los hijos y los límites.
.
Para todos está claro que los límites educativos son buenos. Y que la falta de los mismos causa desorientación, desorden, caos, heridas, enfermedad. Hoy por hoy, ya no es frecuente encontrarnos con padres que cultiven una línea educativa próxima a los ideales del 68, anárquica, amante de las comunidades hippies en medio de los bosques, con horror al jabón, al reloj, a la peluquería, creadora del prohibido prohibir, defensora a ultranza del llamado amor libre, lectora de Sartre, Marcuse, Cohn-Bendit, Simone de Beauvoir a quienes aceptaban con más firmeza y menos crítica que un buen musulmán al Corán.

.
Me siento un poco parte de aquella generación perdida. Debe ser por eso que no me gusta levantarme temprano. Es que mis padres me lo pusieron difícil, a Dios gracias. Además, ayudó a que no me dedicara a tonterías, que me toco vivir esos años en un país en guerra. Aunque ahora se quiera poner la z antes que la a, es la verdad. Guerra entre una guerrilla marxista y traidora y un ejército nacional que la derrotó. Gracias a lo cual también hay que decirlo, hoy los vencidos de ayer están en el poder. Total, que una vez más se ve que las guerras no sirven para nada. Pero para los que vivimos aquellos años, no había mucho tiempo para veleidades de hippillos por estas latitudes. En ir al liceo te jugabas la vida, y los tiroteos eran cosas de todos los días.





Pero no hay que dar todo por sentado en materia de límites en la educación. De hecho, en muchos lugares, los parlamentos están queriendo regular si los padres pueden o no dar una palmada a sus hijos. ¡Believe it or not! Partamos de la base que les anima el interés genuino del niño en los abominables casos de padres violentos. Pero no es el caso. Estas aberraciones ya estaban claramente previstas y sancionadas en los códigos de la niñez de la inmensa mayoría de los países. Aquí se trata de dar un paso más en la indebida injerencia estatal dentro del ámbito familiar. La autonomía de los padres en la educación de su prole, es un derecho de los hijos. Los lazos familiares principales, (paternidad, maternidad, filiación, fraternidad) son debidos en justicia. De allí nace la incondicionalidad de los lazos familiares, no de la consanguinidad fanática, sino de la aceptación interpersonal. (cfr. El ser conyugal. Pedro-Juan Viladrich)
.
La pregunta que surge es: ¿cuáles son las credenciales que habilitan a los padres para ser los responsables de la educación de sus hijos? Pues precisamente su condición de tales. Todo lo concerniente a la educación de nuestros hijos es nuestra responsabilidad. Los demás actores sólo lo harán en forma subsidiaria en el respeto de ésta. Naturalmente, los padres delegarán aquellos aspectos que son más eficazmente atendidos por especialistas. Pero siempre respetada sea su autonomía, responsabilidad y derecho-deber.
.
El estado es la organización que se da una sociedad para salvaguardar el estado de derecho. Pues bien, la salvaguarda de los derechos de la familia, es de su primer interés. Por razones de fines y por razones de eficacia, entre otras.

No hay comentarios:

Publicar un comentario