viernes, 24 de abril de 2009

Límites y obediencia

La fotografía muestra una carretera rodeada de un marco de naturaleza espléndida. Para gozar del verde, del aire, de la montaña, de la libertad. Sin embargo, una línea doble en el centro del camino advierte que está prohibido adelantar. Los conductores la respetan. Por sentido común. Nadie siente que se están atropellando sus derechos; por el contrario se están cuidando propios y ajenos.
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De manera parecida, los padres tenemos obligación de cuidar los derechos de nuestros hijos a crecer como personas. Esta tarea -nunca fácil- implica ir señalando el camino, advirtiendo los accidentes del terreno, poniendo un cartel de pare, luego quizá un aviso de terreno resbaladizo... ¡incluso hará falta una multa!
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Los límites en la educación son necesarios para la formación de nuestros hijos en muchas virtudes, que se concretarán finalmente en el buen o mal uso que hagan de su libertad.
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¿Tenemos derecho a hablar de un mal uso de la libertad? ¿Se puede hacer un mal uso de la libertad, cuando incluso el que elige un mal a sabiendas, piensa que ello es bueno en ese momento para él? ¿No hay allí una contradicción?
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Los hombres somos libres, de acuerdo con nuestra naturaleza, y a veces elegimos lo que no nos conviene, aunque inicialmente lo percibamos como bueno. La tarea de educar para el correcto uso de la libertad, parece necesariamente enlazada con el conocimiento del bien. Conocer lo bueno hace que ello sea apetecible. Aunque sea difícil conseguirlo.
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No debemos ni queremos que nuestros hijos sean rebaño. Queremos que tengan un desarrollo de su personalidad que les permita optar siempre por lo mejor para ellos. Algunas virtudes, como la obediencia, son necesarias para el logro de este objetivo educativo.
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A ello se refería Benedicto XVI en la breve homilía de la Misa que celebró esta mañana a primera hora, en la Capilla Redemptoris Mater del Vaticano, con los organizadores del pasado Encuentro Mundial de las Familias de Mexico (enero 2009).
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Refiriéndose a la lectura del día, en la que el apóstol Pedro afirma que "hay que obedecer a Dios antes que a los hombres", el Papa explicó que la obediencia "no es simple sujeción, ni un simple cumplimiento de mandatos, sino que nace de una íntima comunión con Dios". La obediencia, "consiste en una mirada interior que sabe discernir aquello que viene de lo alto y está por encima de todo. Es fruto del Espíritu Santo que Dios concede sin medida”.
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En este sentido, añadió que el hombre de hoy "necesita descubrir esta obediencia, que no es teórica sino vital; que es un optar por unas conductas concretas, basadas en la obediencia al querer de Dios, que nos hacen ser plenamente libres". "Las familias cristianas con su vida doméstica, sencilla y alegre, compartiendo día a día las alegrías, esperanzas y preocupaciones, vividas a la luz de la fe, son escuelas de obediencia y ámbito de verdadera libertad. Lo saben bien los que han vivido su matrimonio según los planes de Dios", añadió.
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Para leer la versión completa
(pincharacá)

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