martes, 21 de abril de 2009

Educar para ser libres

El ala-delta es una imagen sugestiva del deseo humano inmemorial de volar como los pájaros. Leonardo y sus máquinas voladoras, aviones y helicópteros, aquel hombre que atravesó el cielo del Estadio en las Olimpíadas de Los Ángeles con su mochila voladora, son otros tantos ejemplos de este querer. Sin embargo, como le gustaba repetir a mi amigo Alberto Vázquez Dendi en sus inolvidables sesiones de Orientación Familiar, el hombre por sí solo no puede volar. No está previsto en las instrucciones del fabricante. Si se tira al precipicio, se mata. No es libre para volar.

Viene a cuento porque no todo lo que me gusta es posible o conveniente. Todos elegimos muchas veces lo que nos gusta, pensando que porque me gusta es bueno para mí. El uso de la libertad en orden a nuestro fin último, exige muchas veces, saber decir que no. La libertad, con todo lo que ello implica de dignidad del hombre -a diferencia de los animales esclavos de su instinto y el determinismo de su naturaleza- es causa de su grandeza pero también de su miseria. Así lo fue desde un principio, bien lo sabemos por las consecuencias del desafortunado incidente de la manzanita.
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Una señora decía con buen humor: ¿por qué será que todo lo que me gusta es ilegal, inmoral o engorda? La misma pregunta nos la hemos hecho tantas veces los padres: ¿por qué le gustará a este hijo siempre lo prohibido? Sin perjuicio de que los siempre y los nunca, no lo son tanto, la tarea de educar para el correcto uso de la libertad, parece necesariamente enlazada con el conocimiento del bien. Conocer lo bueno hace que ello sea apetecible. Aunque sea arduo.
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Por ello ninguna enseñanza es aséptica. No podemos enseñar en plano de igualdad el bien y el mal, ofreciéndolo en un escaparate desconcertante. Como en Cambalache, el tango de Discépolo, “todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor”.
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La solución posible, a mi parecer, es tener como proyecto educativo “poner a los hijos-alumnos en condiciones de poder elegir lo bueno” aunque cueste. Está implícito el desarrollo armónico de muchas virtudes humanas, sin las cuales lo anterior no es posible. Pero más tarde o temprano, el joven elegirá con libertad lo que quiere. Con libertad real y sin adjetivos.

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