viernes, 22 de mayo de 2009

Unidad de criterios

Los límites en la educación de los que venimos hablando, exigen entre otras cosas, que los mismos sean establecidos con claridad, en forma concreta, con las debidas explicaciones de acuerdo a la edad, y con unidad de criterio por parte de los papás.
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En efecto, hay un viejo principio que entienden muy bien los militares, apenas tienen alguien por debajo de su grado a quien mandar, y es que orden y contra-orden es igual a desorden. Nada más lejos de un cuartel que un hogar. Pero el ejemplo sirve.
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Ponerse de acuerdo cuando todo marcha sobre ruedas, con un niño obediente, en edad escolar, con amigos estupendos, con calificaciones sobresalientes, no es ningún mérito. Todo está bien en ese paraíso. Pero la experiencia muestra que la realidad es bastante más compleja. Y que llega el momento en que hay que aplicar los dichosos límites.
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Pongamos por ejemplo la forma de vestir de una hija. El largo de la falda, el escote, si bikini o malla entera, todo puede manejarse de forma educativa y positiva o ser un verdadero problema. En realidad en este tema como en todos los temas que afectan la fe y la moral, el terreno debe estar preparado desde que las niñas y los niños son pequeñas. Y con un respaldo de “cultura” familiar firme y seguro. Volveremos en otro artículo sobre el tema. Pero nos interesa ahora para ejemplificar que un doble mensaje, a la hora de aconsejar a una hija adolescente sobre su vestido o desvestido, sólo lleva a desconcierto, pérdida de autoridad, discusiones y malos ratos.
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Por ello, sin perjuicio de que el matrimonio no implica que cada cual deje de ser como es, sí implica unas disposiciones serias y permanentes para enfrentarse a un tema tan relevante como la educación de los hijos. Hay que hablar. Hay que formarse, dejarse formar y por qué no, estudiar. Hay que dedicar tiempo. Y una vez tomadas las decisiones que corr
esponden, actuar en consecuencia.
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La pregunta de fondo es muy seria. ¿Estoy dispuesto a poner a mis hijos en condiciones de ganar la carrera, la que lleva a la vida eterna? ¿De ser santos de verdad y muy felices? ¿De saber hacer buen uso de su libertad? ¿De responder que sí al camino que Dios les tenga preparado? Es muy importante para ellos. Pero más para nosotros. Nos pedirán cuentas.
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La tarea es ardua. Los medios están, pero a veces no estamos dispuestos. Hay que estar decididos a dejar de lado el orgullo y aceptar que a veces tenemos razón y otras no. Desde esta base, es más fácil el diálogo y el entendimiento. Estamos hablando de un entendimiento que tiene como objeto nada más ni nada menos que el cuidado y la educación de los hijos. A esto nos comprometimos seriamente, ante Dios y ante testigos el día de nuestro casamiento. Y no podemos renunciar.
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La unidad de criterio a la hora de fijar pautas educativas, se revela entonces como un pilar que debemos cuidar. Las discrepancias se resuelven a puertas cerradas y siempre teniendo en cuenta el bien de los hijos. Y no caigamos en la arrogancia de pensar que es una regla de oro nuestra experiencia personal. Lo será en algunas ocasiones. En la mayoría, sin embargo, podremos aspirar a más para nuestros hijos. Para la carrera que importa -se entiende- para la definitiva.

2 comentarios:

  1. linda la foto del encabezado!!
    me trae muchos recuerdos...
    y muy buenos los artículos!

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  2. Gracias Martincho. A nosotros también.

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