domingo, 27 de septiembre de 2009

La plaga del divorcio.

25 de septiembre, 2009. El Papa ha denunciado hoy la situación de muchos hijos de parejas divorciadas y ha dicho que, a pesar de la comprensión que la Iglesia puede tener con los divorciados que deciden casarse de nuevo, se trata de una situación peligrosa para los hijos.


En concreto, ha dicho que “la mayoría de los niños que hoy se sienten huérfanos no es porque no tienen padres sino porque tienen demasiados padres”.


Ha sido durante un encuentro con obispos brasileños, presentes en Roma para la visita que realizan cada cinco años a los departamentos del Vaticano.


Benedicto XVI “Hay fuerzas y personas de la sociedad actual que parecen decididas a demoler la familia, cuna natural de la vida humana”.


Para resolverlo, ha pedido a las familias que no se dejen engañar por los falsos modelos de vida que promueve el cine y la televisión. Además, ha animado a saber perdonar, a acoger a los hijos que sufren y a dar belleza y amor a la vida de los demás.

jueves, 17 de septiembre de 2009

La experiencia de la familia (II)

RECONQUISTAR EL YO
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¿Cómo puede acontecer este nuevo inicio augurado por Benedicto XVI? El camino no puede ser otro que el que sugiere el Fausto goethiano: "Lo que has heredado de tus antepasados debes reconquistarlo de nuevo para poseerlo verdaderamente" (6). Para reconquistarlo hay que volver al origen de la experiencia amorosa para redescubrir su verdadera naturaleza. Sólo esta experiencia podrá ser punto de partida adecuado para poder percibir, desde dentro de ella, el valor de la propuesta que Cristo hace al amor entre los dos esposos.
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Los esposos son dos sujetos humanos, un yo y un tú, un hombre y una mujer que deciden caminar juntos hacia el destino, hacia la felicidad. Cómo plantean su relación, cómo la conciben depende de la imagen que cada uno tiene de su propia vida, de su propia realización. Esto implica una concepción de la persona y de su misterio. Afirma el Papa: "la cuestión de la justa relación entre el hombre y la mujer hunde sus raíces en la esencia más profunda del ser humano y sólo puede encontrar su respuesta a partir de ésta. No puede separarse de la pregunta antigua y siempre nueva del hombre sobre sí mismo: ¿Quién soy? ¿Qué es el hombre?" (7).
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Por eso la primera ayuda que se puede ofrecer a quienes quieren unirse en matrimonio es ayudarles a tomar conciencia de su propio misterio de hombres. Sólo así podrán afrontar adecuadamente su relación, sin esperar de ella algo que, por su naturaleza, nadie puede dar al otro. ¡Cuánta violencia, cuántas decepciones podrían evitarse en la relación matrimonial si se comprendiera la naturaleza propia de la persona!
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Esta falta de conciencia del destino del ser humano lleva a basar toda la relación en un engaño, que podemos formular sintéticamente así: la convicción de que el tú puede hacer feliz al yo.
La relación de pareja, de este modo, se transforma en un refugio, tan deseado como inútil, para resolver el problema afectivo. Y cuando se desvela el engaño es inevitable la decepción porque el otro no ha cumplido las expectativas. La relación matrimonial no puede tener otro fundamento que la verdad de cada uno de sus protagonistas. Pero, ¿cómo pueden estos descubrir su verdad, el misterio de su ser hombres?
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LA DINÁMICA DEL NUEVO INICIO: BELLEZA, SIGNO, PROMESA

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Es la propia relación amorosa lo que mejor contribuye a descubrir la verdad del yo y del tú. Y con la verdad del yo y del tú se manifiesta la naturaleza de su vocación común. Lo que somos se revela principalmente a través de la relación con la persona amada. Nada nos despierta tanto, nada nos hace tan conscientes del deseo de felicidad que nos constituye como la persona amada. Su presencia es un bien tan grande que nos hace caer en la cuenta de la profundidad y la verdadera dimensión de este deseo: un deseo infinito. Por analogía se puede aplicar a la relación amorosa lo que Cesare Pavese dice del placer: "Lo que un hombre busca en el placer es un infinito, y nadie renunciaría jamás a la esperanza de conseguir esta infinitud" (8). Un yo y un tú limitados suscitan el uno en el otro un deseo infinito y se descubren lanzados por su amor a un destino infinito. En esta experiencia se les revela a ambos su vocación.
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Y a la vez que se nos revelan las dimensiones sin límite de nuestro deseo, se nos ofrece una posibilidad de cumplimiento. Más aún, vislumbrar en la persona amada la promesa del cumplimiento enciende en nosotros todo el potencial infinito del deseo de felicidad. Por eso, no hay nada que nos haga comprender mejor el misterio de nuestro ser como la relación entre hombre y mujer, como nos ha recordado Benedicto XVI en la encíclica Deus caritas est: "destaca, como arquetipo por excelencia, el amor entre el hombre y la mujer, en el cual intervienen inseparablemente el cuerpo y el alma, y en el que se le abre al ser humano una promesa de felicidad que parece irresistible, en comparación del cual palidecen, a primera vista, todos los demás tipos de amor" (9). En esta relación el ser humano parece encontrar la promesa que le hace superar el límite y le permite alcanzar una plenitud incomparable, porque "en la raíz de toda la realidad viviente está la esponsalidad. Y la esponsalidad convierte todo en promesa. Como expresa la propia palabra, esponsal quiere decir una realidad prometedora, que promete" (10). Por eso, la historia de la humanidad - aun con expresiones diferentes - ha establecido siempre una relación entre el amor y lo divino: "el amor promete infinidad, eternidad - una realidad más grande y completamente distinta de nuestra existencia cotidiana" (11).
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Se trata exactamente de la experiencia que expresa de modo inolvidable Giacomo Leopardi en su himno a Aspasia: "Rayo divino pareció a mi mente, Mujer, tu hermosura" (12). La belleza de la mujer es percibida por el poeta como un rayo divino, como la presencia de lo divino. A través de la belleza de la mujer es Dios quien llama a la puerta del hombre. Si el hombre no comprende la naturaleza de esta llamada y no apuesta por secundarla, difícilmente podrá comprender hasta el fondo su destino de infinitud y de felicidad.
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La mujer, siendo limitada, despierta en el hombre, también limitado, un deseo de plenitud desproporcionado respecto de la capacidad que ella tiene de satisfacerlo. Despierta una sed que no está en condiciones de saciar. Suscita un hambre que no encuentra respuesta en aquella que lo ha suscitado. De ahí la rabia, la violencia que tantas veces surge entre los esposos y la decepción a la que se ven abocados si no comprenden la verdadera naturaleza de su relación. La hermosura de la mujer es, en realidad, rayo divino, signo que remite más allá, a otra cosa más grande, divina, inconmensurable respecto de su naturaleza limitada, como describe Romeo en el drama de William Shakespeare: "Muéstrame una dama que sea muy bella. ¿Qué hace su hermosura sino recordarme a la que supera su belleza?" (13). Su belleza grita: "No soy yo. Yo sólo soy una señal. ¡Mira! ¡Mira! ¿A quién te recuerdo?" (14).
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Se trata de la dinámica del signo, de la que la relación entre hombre y mujer constituye un ejemplo conmovedor. Cuanto más viven ambos la presencia de la persona amada como signo de otro - que es la verdad de la persona amada -, tanto más esperan y anhelan ese otro. Si no comprende esta dinámica el hombre sucumbe al error de detenerse en la realidad que ha suscitado el deseo. Es como si una mujer que recibe un ramo de flores, extasiada ante su belleza, olvidara el rostro de quien se las ha mandado y del cuál son signo, perdiéndose así lo mejor de las flores. No reconocer en el otro su carácter de signo lleva inevitablemente a reducirlo a lo que aparece ante nuestros ojos. Y antes o después se revela su incapacidad de responder al deseo que ha suscitado.
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Por eso, si cada uno no encuentra aquello a lo que el signo remite, el lugar donde pueda encontrar el cumplimiento de la promesa que el otro ha suscitado, los esposos se verán condenados a consumirse en una pretensión de la que no logran librarse, y su deseo de infinito, que nada como la persona amada despierta, quedará inevitablemente insatisfecho. Ante esta insatisfacción la única salida será - como les sucede a muchos hoy día - cambiar de pareja, dando comienzo a una espiral en la que el problema se aplaza hasta la siguiente decepción. Pero entrar en esta espiral no puede ser la única salida. Ésta es la paradoja del amor entre el hombre y la mujer: dos infinitos se encuentran con dos límites. Dos infinitamente necesitados de ser amados se encuentran con dos frágiles y limitadas capacidades de amar. Y sólo en el horizonte de un amor más grande no se devoran en la pretensión, ni se resignan, sino que caminan juntos hacia una plenitud de la cual el otro es signo. Sólo en el horizonte de un amor más grande evitarán devorarse en la pretensión, cargada de violencia, de que el otro, que es limitado, responda al deseo infinito que ha despertado, haciendo así imposible el propio cumplimiento y el de la persona amada. Para descubrirlo es necesario estar dispuestos a secundar la dinámica del signo, abiertos a la sorpresa que ésta nos pueda reservar. Leopardi tuvo el valor de correr este riesgo. Con una intuición penetrante de la relación amorosa, el poeta italiano vislumbra que lo que buscaba en la belleza de las mujeres de las que se enamoraba era la Belleza con mayúscula. En la cumbre de su intensidad humana el himno A su dama expresa todo su deseo de que la Belleza, la idea eterna de la Belleza, se revista de forma sensible. Es lo que ha sucedido en Cristo, el Verbo hecho carne. Por eso, Luigi Giussani ha definido este poema como "una profecía de la Encarnación" (15).
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En este contexto se puede comprender la inaudita propuesta de Jesús para que la experiencia más bella de la vida - el enamorarse - no decaiga hasta convertirse en algo sofocante. Ésta es la pretensión de Jesús, que encontramos en algunos pasajes del Evangelio que a primera vista nos pueden resultar paradójicos. "No penséis que he venido a traer la paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con la suegra; y enemigos de cada cual serán los que conviven con él. El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí. El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará. Quien a vosotros recibe, a mí me recibe, y quien me recibe a mí, recibe a Aquel que me ha enviado" (16).
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En este texto Jesús se presenta como el centro de la afectividad y de la libertad del hombre. Poniendo su persona en el corazón de los mismos sentimientos naturales se coloca con pleno derecho como su raíz verdadera. De este modo Jesús desvela el alcance de la promesa que su persona constituye para quienes le dejan entrar. No se trata de una injerencia de Jesús en los sentimientos más íntimos, sino de la mayor promesa que el hombre ha podido recibir nunca: sin amar a Cristo - la Belleza hecha carne - más que a la persona amada, esa relación se marchita, porque Él es la verdad de esa relación, la plenitud a la que ambos mutuamente se remiten y en la que su relación se cumple. Sólo permitiéndole entrar en ella es posible que la relación más bella que puede suceder en la vida no se deteriore y con el tiempo muera. Tal es la audacia de su pretensión.
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¿Cómo respondió Jesús al pavor de los discípulos ante la verdad sobre el matrimonio que les anunciaba? Podemos decirlo sintéticamente: haciendo el cristianismo. No se limitó a anunciar la verdad del matrimonio, sino que introdujo una novedad en sus vidas que les permitió vivirlo según esa verdad. Que esta novedad es algo sumamente real y correspondiente a la naturaleza del ser humano se ve en el hecho de que se puede dar toda la vida por ella. Es lo que la tradición cristiana llama virginidad.
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6 J.W. Goethe, Faust, 682-683 ("Was du ererbt von deinen Vätern hast, Erwirb es, um es zu besitzen!").
7 Benedicto XVI, Familia y comunidad cristiana: formación de la persona y transmisión de la fe, Discurso en la ceremonia de apertura de la Asamblea Eclesial de la Diócesis de Roma, 6 de junio de 2005.
8 C. Pavese, Il mestiere di vivere, Einaudi, Torino 1973, p. 190.
9 Deus caritas est, 2.
10 L. Giussani, Afecto y morada, Ediciones Encuentro, Madrid 2004, p. 131.
11 Deus caritas est, 5.
12 G. Leopardi, Aspasia, 33-34.
13 W. Shakespeare, Romeo and Juliet, I, I, ("Show me a mistress that is passing fair, What doth her beauty serve, but as a note Where I may read who pass'd that passing fair?").
14 C.S. Lewis, Sorpreso dalla gioia, Jaca Bock, Milano 2002, p. 160.
15 L. Giussani, Mis lecturas, Ediciones Encuentro, Madrid 1997, p. 30.
16 Mt 10,34-40.
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El texto en itálica es del editor

La experiencia de la familia. (I)

Gracias a zenit, vamos a reproducir una importante intervención de don Julián Carrión, presidente de Comunión y Liberación, a propósito de la situación actual de la familia.
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UN NUEVO INICIO
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La familia se halla, en los últimos tiempos, en el centro del debate público. El intento de regular nuevas formas de convivencia distintas a la del matrimonio concebido como relación definitiva y fecunda entre un hombre y una mujer ha desencadenado una apasionada discusión. No es algo totalmente nuevo, sino que representa más bien el culmen de un proceso comenzado hace años.
Este debate ha puesto en evidencia, por una parte, que toda la propaganda de una mentalidad contraria a la familia mediante los medios de comunicación (cine, televisión, prensa), a pesar de tener a su disposición medios tan potentes, no ha logrado impedir que muchas personas sigan teniendo una experiencia positiva de la familia. Ante este impresionante despliegue de fuerzas mediáticas e ideológicas, parecería inevitable que la familia hubiera dejado de interesar. En cambio, existe un hecho que nos vemos obligados a reconocer casi con sorpresa: esa impresionante maquinaria no ha mostrado ser más potente que la experiencia elemental que muchos de nosotros hemos vivido en nuestra propia familia, la experiencia inextirpable de un bien. Un bien del que estamos agradecidos y que queremos transmitir a las futuras generaciones para compartirlo con ellas.

Por otra parte, sin embargo, constatamos que este bien experimentado no ha logrado frenar socialmente los intentos de transformar el matrimonio en otras formas distintas. A esto hay que añadir un dato no menos significativo: este proceso comenzó cuando la mayor parte de la legislación sobre el matrimonio defendía la concepción tradicional derivada del cristianismo. Toda esta legislación no ha impedido que se extendiera una mentalidad contraria al matrimonio, no ha sido capaz de detener el cambio.
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¿Cómo ha podido suceder? ¿Cómo es posible que la claridad alcanzada acerca de la naturaleza del matrimonio, consolidada durante siglos, se haya puesto en tela de juicio de un modo tan general y en tan poco tiempo? Tratar de entender la situación actual me parece decisivo para poder responder a ella.


En su encíclica Spe salvi Benedicto XVI nos brinda una clave para entender lo que está sucediendo cuando afirma que "un progreso acumulativo sólo es posible en lo material. Aquí, en el conocimiento progresivo de las estructuras de la materia, y en relación con los inventos cada día más avanzados, hay claramente una continuidad del progreso hacia un dominio cada vez mayor de la naturaleza. En cambio, en el ámbito de la conciencia ética y de la decisión moral, no existe una posibilidad similar de incremento, por el simple hecho de que la libertad del ser humano es siempre nueva y tiene que tomar siempre de nuevo sus decisiones. No están nunca ya tomadas para nosotros por otros; en este caso, en efecto, ya no seríamos libres. La libertad presupone que en las decisiones fundamentales cada hombre, cada generación, tenga un nuevo inicio" (1).


Nuevo inicio. Será difícil encontrar una expresión más adecuada para describir el presente. Si cada momento es un nuevo inicio precisamente porque está de por medio la libertad, el nuestro es propiamente un nuevo inicio porque lo que se transmitía pacíficamente de una generación a otra ya no existe. Es un nuevo inicio porque no se puede dar por descontado nada de lo que hasta hace poco tiempo resultaba claro para todos. Es preciso comenzar de nuevo.


Si nos fijamos bien, nuestra situación no es demasiado distinta de la del inicio. Basta recordar la reacción de los discípulos la primera vez que oyeron hablar a Jesús del matrimonio. "Y se le acercaron algunos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron: "¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?". Él respondió: "¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra, y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre". Le dijeron sus discípulos: "Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no conviene casarse"" (2). Por lo tanto, no debemos sorprendernos. Lo mismo que a tantos contemporáneos nuestros, y muchas veces aun a nosotros mismos, parece imposible, también se lo parecía a los discípulos.


Esto no quiere decir que lo aprendido a lo largo de una historia milenaria no sirva para nada, pero esta riqueza acumulada no se transmite mecánicamente. Sigue diciendo el Papa: "Es verdad que las nuevas generaciones pueden construir a partir de los conocimientos y experiencias de quienes les han precedido, así como aprovecharse del tesoro moral de toda la humanidad. Pero también pueden rechazarlo, ya que éste no puede tener la misma evidencia que los inventos materiales. El tesoro moral de la humanidad no está disponible como lo están en cambio los instrumentos que se usan; existe como invitación a la libertad y como posibilidad para ella" (3). La transmisión en el ámbito moral no es tan fácil, ya que sus contenidos no pueden tener la misma evidencia que los descubrimientos científicos. El tesoro moral es una invitación a la libertad.


Por eso debemos dejar de soñar "sistemas tan perfectos que nadie tendría necesidad de ser bueno" (4). Esto es válido ante todo para nosotros mismos, que no somos diferentes de la mayoría. Constatamos con dolor cómo entre nosotros muchos amigos no logran mantenerse en pie ante las numerosas dificultades externas e internas que atraviesan. Y en cuanto a nosotros, no es suficiente conocer la verdadera doctrina sobre el matrimonio para resistir todos los envites de la vida. Nos lo recuerda también el Papa:
"las buenas estructuras ayudan, pero por sí solas no bastan. El hombre nunca puede ser redimido solamente desde el exterior" (5).

1 Spe salvi, 24.
2 Mt 19,3-6.10.
3 Spe salvi, 24.
4 T.S. Eliot, Choruses from "The Rock", 6 ("By dreaming of systems so perfect that no one will need to be good").
5 Spe salvi, 25.

Lo señalado en itálica y con color es del editor.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

El mayor tesoro de la humanidad.

La foto de los pilares que sostienen el atrio y las galerías laterales del Santuario de Torreciudad son una muestra de la belleza y grandiosidad del conjunto arquitectónico en el Pirineo aragonés. Son como signos de la fuerza y confianza conque tantas cosas buenas de este mundo se apoyan en los brazos de Santa María. Allí se celebró la XX Jornada Mariana de la Familia, presidida por don Francisco Gil.
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"La familia es el mayor tesoro de la humanidad", afirmó el arzobispo de Burgos, monseñor Francisco Gil Hellín, al presidir la XX Jornada Mariana de la Familia en el santuario de Torreciudad, un evento que congregó el sábado 12 de septiembre en torno a 15.000 personas procedentes de toda España.
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Monseñor Gil Hellín destacó durante la homilía que "la propia familia se manifiesta y se expresa en su misma vida, porque Dios la hizo una institución natural, y no son los gobiernos ni los parlamentos los que tienen que decir qué es la familia".
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En un mensaje enviado por el Papa Benedicto XVI a los participantes el Pontífice les exhortó a dar "un incondicional sí a la vida", y pidió a los esposos "disponibilidad y abnegada entrega, y confianza mutua, fiel y fecunda".
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Los actos empezaron a las mediodía con una ofrenda a la Virgen realizada por las familias: flores, frutos, cerámicas, fotografías, vino, productos del mar, camisetas y placas fueron los objetos elegidos para testimoniar su devoción a Nuestra Señora. Una muestra de diversidad cultural la aportaron Adja y Sara, dos amigas de Costa de Marfil y de Perú, residentes en Lérida, que ofrecieron una pandereta y unas partituras.
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La Eucaristía al aire libre fue solemnizada por el Coro de Padres de la Asociación Cantal (Zaragoza), acompañado por la organista titular del santuario, Maite Aranzabal.
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En la homilía, dirigiéndose de un modo personal a cada asistente, el arzobispo de Burgos afirmó: "Redescubre cada día ese tesoro del cual eres depositario. Dios te ha bendecido con esos amores: con tu mujer, con tu marido, con tus hijos. Así, la familia será verdaderamente el santuario de la vida, será la garantía de que toda criatura que procede de esa entrega en fidelidad matrimonial, estará resguardada por la cuna más fuerte, que es el amor conyugal y familiar".
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Al mediodía hubo varias actuaciones musicales en la explanada entre las que destacaron una tamborrada de los Bombollers de Cervera (Lleida), danzas típicas nicaragüenses, baile de sevillanas, una interpretación de jóvenes barbastrenses con flautas y violines, números de ilusionismo de un mago zaragozano y varias canciones irlandesas.
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La jornada concluyó con el rezo del Rosario por la explanada, acompañando a la imagen peregrina de la Virgen de Torreciudad, y la Bendición con el Santísimo.
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Los grupos participantes procedían mayoritariamente de Cataluña, Aragón y la Comunidad de Madrid, aunque también fueron numerosos los peregrinos valencianos, andaluces, vascos y gallegos. Además, feligreses burgaleses acompañaron a su arzobispo hasta Torreciudad.
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Asimismo participaron varios grupos de Francia, Polonia e Italia. Muchos de ellos vinieron en viaje organizado en alguno de los cerca de 140 autobuses llegados al santuario. Más de 250 voluntarios participaron en la organización del encuentro ayudando en los aparcamientos y accesos al santuario, en la guardería, en el acomodo de los peregrinos, en los puestos informativos y en el parque infantil. Y decenas de sacerdotes atendieron a lo largo del día los confesonarios repartidos por distintas zonas del recinto.
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Tomado de zenit
Fotografía flickr

lunes, 14 de septiembre de 2009

Dos Kennedy ante el derecho a la vida.

Aceprensa (pincharacá) publica este artículo que hace pensar.
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Ross Douthat, columnista del New Tork Times, comenta en su último artículo las distintas posturas frente al aborto del senador Edward (Ted) Kennedy y su hermana Eunice Kennedy Shriver, fallecidos el pasado agosto.
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Fuente: The New York TimesFecha: 2 Septiembre 2009
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Solo dos semanas transcurrieron entre la muerte de Eunice Kennedy Shriver (el 11 de agosto, a los 88 años), fundadora de los Juegos Olímpicos Especiales (para deportistas con deficiencias mentales), y la de su hermano Ted (el 25 de agosto, a los 77 años), el célebre senador demócrata. Los dos, dice Ross Douthat, merecen ser recordados juntos, “por lo que sus legados tenían en común y por lo que finalmente los separó”.
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En común tenían ambos hermanos “un apasionado liberalismo y una firme fe católica”. Tanto el empeño de Ted a favor de causas como la educación, la atención sanitaria o los inmigrantes, como el trabajo de Eunice en beneficio de los discapacitados estaban fundados en la doctrina social de la Iglesia.
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Lo que separaba a los hermanos era el aborto. “Junto con su marido, [Robert] Sargent Shriver, Eunice pertenecía al menguante número de liberales norteamericanos abiertamente pro-vida. Como su Iglesia, ella consideraba consecuente, no contradictorio, defender a los pobres, los marginados y los oprimidos, y proteger la vida humana no nacida”.
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Al principio, su hermano Ted coincidía con ella, como muestra una muy citada carta suya de 1971 a un elector: “Estoy convencido de que la vida humana, querida o no, aun en sus fases más tempranas, tiene ciertos derechos que han de ser reconocidos: el derecho a nacer, el derecho al amor, el derecho a crecer”. Pero, al igual que otros católicos liberales, señala Douthat, Ted Kennedy acabó siguiendo la evolución de su partido y se convirtió en un constante defensor
del aborto, como muestra su historial en el Senado.
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En 1992, Eunice participó en el último intento relevante de cambiar la postura abortista de su partido, con una petición a la convención demócrata a favor de un “nuevo planteamiento” que “no enfrente a la madre contra el hijo”. El texto proponía idear “políticas responsables, que protejan y promuevan el interés de las madres y de sus hijos, tanto antes como después del nacimiento”. La iniciativa no tuvo éxito.
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El columnista subraya la paradoja a que condujo la discrepancia entre los dos Kennedy. “Merced al trabajo de Eunice con los discapacitados, un grupo de personas que antes habían sido marginadas u ocultadas de la escena pública –o lobotomizadas, como su hermana Rosemary– fue admitido a una más plena participación en la vida humana ordinaria. Pero merced a leyes que su hermano apoyó incansablemente, ese mismo grupo fue sacado de la escena otra vez: por ejemplo, la tasa de aborto
de fetos diagnosticados con síndrome de Down se estima en nada menos que el 90%”.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Declaración de Amsterdam

DECLARACIÓN DE AMSTERDAM

En representación de las familias y organizaciones provenientes de más de 60 naciones, nosotros, los delegados del V Congreso Mundial de Familias celebrado en Ámsterdam, Países Bajos, del 10 al 12 de agosto de 2009, afirmamos de acuerdo con el Artículo 16, párrafo 3, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que "la familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado."
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En solidaridad con las Declaraciones de los Congresos Mundiales de Familias anteriores, definimos a la familia natural como la unión matrimonial entre un hombre y una mujer para toda la vida, con el fin de acoger y cuidar de la vida humana nueva, de proporcionar amor, compañía y apoyo mutuo en la construcción de un hogar rico en funciones, y de fortalecer los vínculos entre las generaciones.
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Nos definimos como pro-niños. Reafirmamos las estructuras sociales, culturales y legales que fomentan el desarrollo óptimo de los niños, en términos de salud, educación y posteriormente, responsabilidad cívica. Favorecemos los acuerdos laborales que permitan que los padres pasen más tiempo con sus hijos. Reconocemos lo que las ciencias biológicas y sociales enseñan: que las expectativas para los hijos son mejores cuando son criados por sus padres naturales dentro del hogar, formado por el matrimonio de sus padres.
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Afirmamos que el futuro de las naciones se apoya en las familias que tienen una base espiritual. Las organizaciones religiosas deberán ser libres para defender su propia doctrina sobre el matrimonio y la familia en la esfera pública. Afirmamos que la familia natural es anterior al Estado. Las políticas públicas deben respetar la autonomía de la familia. Exigimos leyes y políticas sólidas que:
  • apoyen la institución natural del matrimonio;
  • desalienten el divorcio, especialmente cuando haya niños involucrados;
  • fomenten matrimonios que se comprometan a tener y a educar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones;
  • protejan el derecho primordial de los padres de educar a sus hijos;
  • protejan el desarrollo físico, mental, social y espiritual de los niños;
  • y custodien la vida humana especialmente vulnerable, al principio y al final del ciclo vital.
Este Congreso prestó especial atención al estatus de la familia natural en los países en vías de desarrollo. De manera que:
  • Afirmamos la solidaridad entre las generaciones. Más allá del círculo inmediato conformado por la madre, el padre y sus hijos, se encuentra la riqueza ancestral de los abuelos, tías, tíos y primos. La urbanización, la industrialización, la migración, las guerras, las epidemias y un individualismo egoísta han debilitado los vínculos de la familia extensa. Apoyamos las acciones que revigoricen este círculo más amplio de la familia extensa como el lugar donde las personas puedan encontrar ayuda en tiempos de crisis, de desempleo, enfermedad, pobreza, vejez y el duelo por la pérdida de seres queridos.
  • Proponemos a la familia natural como nuestra solución a la pobreza. El apoyo a las personas que viven en extrema pobreza debe ser proporcionado dentro del entorno familiar, cuando sea posible. Apoyamos las estrategias que fomenten que la familia sea dueña de su propio hogar y del desarrollo de microempresas, que promuevan la orientación vocacional para jóvenes de ambos sexos y la renovación de las economías rurales como una mejor alternativa a la migración hacia las ciudades. Vemos el nacimiento de cada bebe como un activo para el mundo, una nueva inteligencia y un nuevo par de manos.
  • Identificamos las tasas de natalidad decrecientes como el principal problema demográfico del siglo 21. Apoyamos las medidas que desalientan el aborto (incluyendo el aborto por elección del sexo), las que favorezcan familias más numerosas y saludables y las que apoyen el crecimiento económico.
  • Respondemos a la pandemia del VIH y del SIDA con un programa de abstinencia, fidelidad y formación de carácter a través de una educación para la vida basada en los valores. Creemos que este enfoque inspirará y reforzará la vida familiar en las sociedades, romperá con el ciclo de la infección y beneficiará a los niños. También exhortamos la introducción de iniciativas especiales para mejorar el cuidado de las víctimas del SIDA, la atención a los huérfanos y a los familiares de edad avanzada que cuidan de ellos para la reconstrucción de hogares funcionales.
  • Por último, solicitamos un enfoque familiar en temas de salud: La educación sexual deberá ser impartida por los padres de familia y debe basarse en el desarrollo de la fuerza de voluntad, la fidelidad en las relaciones conyugales y la toma responsable de decisiones. Los servicios de salud antes y después del parto deberán extenderse a la orientación sobre alternativas diferentes al aborto, incluyendo la adopción. El amamantamiento deberá promoverse como una estrategia de supervivencia infantil.

Adoptada el presente 12 de agosto de 2009, en la ciudad de Amsterdam, Países Bajos.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Elegancia y pudor

De nuestro sitio recomendado arvo.net, seleccionamos esta artículo (pincharacá) de Blanca Castilla Cortázar de la Real Academia de Doctores.
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La elegancia abarca todos los modos de presentarse y comportarse la persona. Se extiende también a los objetos humanos de uso más directo y de un modo amplio se puede hablar de una arquitectura o de una ciudad elegante. El arte, como creación humana, puede extenderse a todo el ámbito de la vida y el actuar humano resaltando la belleza que se advierte sensiblemente. Sin embargo, hay un sentido más estricto de la elegancia que se refiere al vestido. El modo de vestir, teniendo más o menos en cuenta los dictados de la moda, en definitiva tendría que ser la expresión de la personalidad de quien se viste. En este sentido, y teniendo en cuenta que cada persona es única e irrepetible habría que concluir que cada persona requeriría un diseño exclusivo. Algo de eso puede haber en el anhelo de exclusividad. Lo cierto es que un modo de vestirse auténtico ha de llevar el sello del estilo propio.
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La elegancia está relacionada con la belleza. A los requerimientos éticos -que realzan lo específicamente humano, el buen gusto y el estilo propio añaden atractivo a lo ya realmente valioso. Ser ético no basta: hay muchos modos de hacer el bien. Lo estético aumenta y realza lo bueno que hay en cada persona. Sin embargo, aquí, no voy a referirme directamente a los aspectos éticos. Voy a detenerme en el significado antropológico que tiene el modo de comportarse. Voy a descender al por qué de las actitudes, que los filósofos han explicado desde hace tiempo. Voy a tratar de profundizar en algo que los clásicos llamaron vergüenza y más adelante se llamó pudor, porque al profundizar en esa actitud humana se encuentra lo más noble del ser humano que se deno
mina con el término persona.
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1. Modos de presentar el pudor
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Hay varias maneras de enfocar el pudor:
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a) Una clásica, que lo presenta no tanto como una virtud sino como un sentimiento, vinculado a cierto tipo de manifestaciones. Es un sentimiento que se confunde con el de la vergüenza. Cuando falta se habla de desvergüenza.
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b) Otro modo de afrontar el pudor es el de los filósofos llamados personalistas. Sostienen que es característico de la persona ser pudorosa. El pudor es como la salvaguarda de la intimidad, la prueba de que la persona tiene intimidad y no una existencia meramente pública. El pudor acompaña siempre a la persona y su desaparición comporta una disminución de la personalidad.
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c) Para otros el pudor es un prejuicio injustificado, que va en contra de lo natural y del que conviene librarse. Se destaca su carácter convencional, en dependencia con las diversas culturas, por lo que no se puede decir exactamente en qué consiste.
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Ante estos planteamientos hay que decir que el pudor es un sentimiento, pero es más que un sentimiento. Tiene un profundo significado antropológico. Por eso el planteamiento personalista es el más profundo. Y frente a quienes propugnan librarse de él como algo antinatural hay que decir que ciertamente el pudor ofrece muchas variantes y que no tiene, por así decir, reglas fijas, pero también es claro que aparece en todas las culturas. La clave del pudor es que el hombre es un ser personal; se pierde el pudor porque se debilita el sentido de ser persona o por un ambiente que fomenta la despersonalización y la masificación.
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El carácter personal del hombre explica el pudor; los animales tienen miedo y temor pero no son pudorosos ni impúdicos, se comportan de manera instintiva. El ser humano, en cambio, es personal y en él aparece el pudor o la vergüenza, ante determinadas cosas que aparecen públicamente y que deberían haberse conservado en la intimidad. La desvergüenza obedece a una pérdida de la intimidad.
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Para leer el artículo completo (pinchar acá)

martes, 1 de septiembre de 2009

Transmitir la fe.



Ayer, 31 de agosto de 2009, Benedicto XVI recordó a los padres, durante el rezo del Ángelus, que los hijos podrán encontrar su vocación al sacerdocio o a la vida consagrada, si les educan generosamente y les ayudan a encontrar a Dios. Para poder transmitir la fe cristiana, el Papa dijo a los matrimonios que deben esforzarse por llevar una vida santa.


“La historia del cristianismo está llena de innumerables ejemplos de padres santos y de auténticas familias cristianas, que han acompañado la vida de generosos sacerdotes y pastores de la Iglesia.”


El Papa puso como modelo a Santa Mónica, madre de San Agustín y patrona de las madres cristianas, cuya fiesta se celebra el 27 de agosto. Benedicto XVI señaló que Santa Mónica dedicó toda su vida para que su hijo se convirtiera.


Con motivo del Año Sacerdotal, el Papa pidió que cada familia sea una pequeña iglesia donde todas las vocaciones puedan desarrollarse: “En este año sacerdotal rezamos para que, por intercesión del Sant Cura d’Ars, las familias cristianas se conviertan en pequeñas iglesias en donde todas las vocaciones y carismas, donados por el Espíritu Santo, sean aceptadas y valoradas."


El Papa concluyó el Ángelus refiriéndose al medio ambiente y pidió a los países industrializados que se esfuercen en preservarlo para que las poblaciones más pobres no sufran las consecuencias del cambio climático.